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Psicoterapia integrativa en Takiwasi

Por Nicolás Berasain

 

Preámbulo

            La psicoterapia es una derivada teórico-práctica de la psicología. La psicología, en efecto, es una disciplina que se propone comprender el funcionamiento del aparato psíquico pero, ya la sola pretensión de definirse, es problemática. El problema será obviamente lo que entendamos por psíquico. ¿Es lo psíquico un efecto neurobiológico o una dimensión que toca lo espiritual? En ambos casos, que sólo son dos posibilidades de respuesta, se implican una serie de premisas previas que no podemos atender en el marco de este artículo. Casi siempre, en psicología, deviene el momento en que el estudio o la formulación de intervenciones prácticas, requiere de un cierto compromiso epistemológico con un modelo de la mente. No es posible sostener una síntesis armónica y parsimoniosa entre todos los modelos existentes. Y asimismo, la derivada psicoterapéutica, que a grandes rasgos es una aplicación del susodicho modelo mental para fines terapéuticos, en la solución o abordaje de sintomatología emocional, social, relacional, psicosomática, etc., como extensión de la psicología de la que proviene, requiere de una congruencia mínima ya que sus operaciones se fundan en los principios teóricos y hallazgos clínicos originarios.

            Ahora bien, en el entramado contemporáneo de los múltiples modelos de la mente y sus respectivas psicoterapias, ocurre que ninguno ha conquistado la suficiencia necesaria para que los demás sean abandonados o superados. Una y otra vez, se demuestra que los principales modelos o escuelas de psicoterapia poseen, en distinto grado y forma, sus propios éxitos y fracasos. Cada psicoterapia ostenta eficacia ante ciertos fenómenos y deficiencia ante otros. No existe algo así como una “psicoterapia panacea”. Sin embargo, hoy asistimos a una propuesta denominada psicoterapia integrativa cuyo autor de referencia en estas páginas será el psicólogo chileno Roberto Opazo, autor del libro Psicoterapia Integrativa (Pehoé Ediciones, 2017). Pues bien, basándonos en algunas ideas directrices de su enfoque, pretendemos presentar un modelo integrativo en psicoterapia intentando ilustrar con él, justamente, este concepto de integración, a saber, el que emplea el centro Takiwasi, en Perú, que utiliza psicoterapia psicodinámica y lo que podríamos denominar ―no sin cierta indulgencia― “terapia chamánica”. 

Integración de la curandería amazónica y la terapia psicodinámica

            Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha visto desarrollarse en sus comunidades la figura del médico. En muchos contextos antiguos, el médico estaba dotado de capacidades que hoy consideraríamos mágicas o taumatúrgicas, es decir, medianeras entre la ciencia y la creencia. Y sin embargo, quizá por efectos de poderosas sugestiones, este médico obtenía ciertos resultados en sus operaciones. Utilizando plantas y especies fungi (reino de los hongos), además de “pases” que activaban energías invisibles, o sea, toda una parafernalia —que no admite ningún tono peyorativo— que imbuía la escena del tratamiento de eficacia, finalmente, el curandero sanaba las dolencias de sus pacientes.

            Ciertamente, esta descripción mínima apunta al personaje semilegendario del chamán, término que apunta etimológicamente a “el que ha visto”. ¿Qué ha visto este chamán? Pues un conjunto de factores asociados al pathos que declara una persona que acude a su ayuda. Este pathos es un padecer, una aflicción que será entendida como ocasionada por el desorden o desarmonía entre distintos niveles de la realidad humana. Por ejemplo, por un lado, una alteración alimentaria; por otro, una opresión emocional que ha significado la ausencia de apetito. Si además, el contexto coadyuva en el desconcierto, el sujeto puede verse envuelto en una crisis que, incluso el chamanismo contemporáneo, llamará espiritual.

            Sin embargo, el sincretismo que ha supuesto la modernidad, la colonización de las regiones donde aún en el siglo XX existían reductos poblacionales complejos, con “sistemas de salud” basados en la curandería, se vio irreversiblemente afectado por la presencia del europeo. Esta influencia recíproca, al menos desde el punto de vista de la medicina[1], implicó que los científicos y exploradores se interesaran rápidamente por la utilización de plantas, transformadas en brebajes, en sus terapias de todo orden. A su vez, el indígena también se benefició de los conocimientos médicos que vinieron del antiguo mundo. Con mayor o menor equilibrio en las justicias que se repartieron en tales encuentros, el caso es que una herencia surgió y un modo mestizo de abordar la enfermedad emergió a partir de esta confluencia.

            Desde el norte al sur de América, los pueblos aborígenes compartieron sus saberes, mismos que terminaron en industrias farmacéuticas convertidos en fármacos de uso común en nuestros días. Pero asimismo, y acercándonos a la cuestión de la psicoterapia, el propio ritual chamánico ofreció conocimientos y técnicas que psicólogos, psiquiatras, antropólogos y otros profesionales, tradujeron al paradigma científico “occidental”. Mientras Freud, a principios del siglo XX, confeccionaba su método, o Watson creaba sus bases epistemológicas, los investigadores de campo en América adquirían herramientas de intervención psicológica extraídas directamente del rito animista, donde los elementos, la flora y la fauna, podían estar insuflados de vida inteligente. El animismo como atribución de conciencia a la naturaleza, de facultad de comunicarse y hasta de actuar sobre la suerte humana, se traspasó al canon científico como equivalente de lo inconsciente, de un nivel intrapsíquico que legitimaba los recursos “místicos” y espirituales del procedimiento tradicional. El psicólogo clínico, interesado en tales maniobras, se sumergió en las prácticas autóctonas y sirvió de intérprete de lo que allí “realmente” ocurría. Fue así como tuvo la oportunidad, varias veces descrita en reportes y crónicas antropológicas y etnográficas, de conocer la experiencia con la ayahuasca o yagé, los hongos psilocibios o el San Pedro. Las pócimas elaboradas a partir de estas especies permiten que la ingesta detone experiencias llamadas estados modificados de conciencia (EMC), lugar mental en el que el chamán posibilita un entendimiento singular del mundo y la propia existencia.

            En el EMC el sujeto pone en perspectiva la manera que tiene de: Observar, percibir y hasta pensar acerca de cómo se relaciona con su historia personal y su entorno presente y ésta es la razón por cual la ciencia psicobiológica encontró una eficacia impostergable en el uso de sustancias psicodélicas con fines terapéuticos. Por cierto, es ésta una cronología que hace coincidir tales investigaciones en América con el descubrimiento en laboratorio del LSD por el químico suizo Albert Hoffman, quien sintetizó por primera vez LSD el 16 de noviembre de 1938 en los laboratorios Sandoz de Suiza.

            El Centro Takiwasi en Tarapoto, Perú, en plena selva amazónica, tiene justamente este propósito, a saber, utilizar una serie de recursos curanderiles que “médicos” amazónicos emplean para abordar distintas patologías que presentan los lugareños y extranjeros, principalmente, europeos, que hacen residencias en el Centro. De entre éstas, ciertamente, se encuentran problemas mentales, afectivos, sexuales, relacionales y espirituales. De hecho, uno de los desafíos clínicos más importantes son precisamente las adicciones que indígenas y mestizos sufren respecto del alcohol y otras sustancias. Tal es el éxito que Takiwasi ha obtenido integrando estas técnicas que el Ministerio de Salud peruano reconoce una estadística asombrosa en rehabilitación de toxicómanos: 74% de resultados óptimos en tratamientos  residenciales.

            La extracción de saber desde el conocimiento ancestral que podemos denominar curandería amazónica, para los efectos de este artículo sobre el centro Takiwasi, implica la validación del mismo. No obstante, es una validación metafórica pues en un extremo estará el científico PSI que reconoce su potencial terapéutico, al mismo tiempo que objeta el animismo, reinterpretándolo, y al otro extremo estará el chamán, que más bien rechazará la autocomplacencia cartesiana que duda de todo. Y aun así, la mayoría de estudiosos que se interesan en esta comunicación entre posturas tan opuestas, oscila entre estos extremos, privilegiando más un aspecto que otro, aun cuando todo apunta a que el uso de EMC resulta determinante para esta integración.

            En términos de procedimiento, debemos comparar la estructura del rito chamánico con el setting psicodélico. Y es que en Takiwasi se sintetizan de manera programática e institucional los aportes de la curandería y la psicodinámica. Vale decir, se explota el uso de la ayahuasca, principalmente, dentro de un marco ritualístico, pero para que el paciente prosiga con sesiones de terapia psicodinámica. Ambas instancias se alternan armónicamente gracias a la síntesis explícita que buscan los directivos del Centro. El mismo director, Jacques Mabit, es médico y asociado a la Sociedad Francesa de Psicoanálisis pero, además, es un “chamán” que dirige él mismo las ceremonias nocturnas y guía los procesos de toma de plantas (visionarias, purga, etc.).

             Pero lo realmente importante es, para lo que queremos destacar acá, cómo una institución que brinda espacios para el desarrollo de la salud mental y, específicamente, para el tratamiento de toxicómanos, sostiene un equilibrio entre el ejercicio de rituales tradicionales y el abordaje psicoterapéutico con sus internos. Así, por ejemplo, puede consignarse otro elemento extraído de la terapia ocupacional clásica, la ergoterapia. Su fundamento es simple. Los internos deben incorporar hábitos de autocuidado que, o no existieron antes, o se perdieron en el camino de la dependencia. La ergoterapia (“terapia del trabajo”) implica asumir roles domésticos típicos (aseo, cocina, ejercicio físico, etc.), suscribir una agenda y un calendario de actividades; compartir responsabilidades; y en general, reeducar conductas que apuntan a una coexistencia armoniosa.

            El centro Takiwasi ofrece una perspectiva integrativa del trabajo con toxicómanos y, por cierto, con grande éxito. Según sus propias declaraciones[2], esta eficacia se basaría en la complementariedad entre la sabiduría ancestral de los pueblos originarios, que practicaron una medicina del alma por siglos, y que abrieron su conocimiento a la ciencia psicológica para dar lugar a una propuesta que pretende obtener lo mejor de ambos mundos. Y es que la mirada psicodinámica de lo inconsciente, sigue teniendo un rol importante pues permite que terapeuta y paciente hagan uso de la transferencia, es decir, vínculo inconsciente de proyecciones recíprocas, para así ubicar un espacio de desarrollo basado en relaciones que se reeditan con el terapeuta (que puede ser madre, padre, pareja, etc.). Nos parece, por último, muy interesante que el racionalismo típico del enfoque psicodinámico sea capaz de interactuar en tal “complicidad” con un enfoque animista y cargado de costumbrismos. Con todo, desde el pragmatismo, reconocemos su valor y aporte a la salud mental de sus usuarios y, en especial, al desarrollo de la psicoterapia psicodélica.

[1] Narby, Jeremy (1997) La serpiente cósmica. Ed. Takiwasi. En este libro, el joven antropólogo, autor e investigador cuya tesis doctoral se publicó con este título, expone su estudio de campo con ayahuasca y otras plantas para manifestar el descubrimiento personal que significó experimentar con estos recursos chamánicos. Narby provenía de una escuela convencional que reducía estas prácticas a vestigios cultuales de tradiciones sin confluencia con la ciencia contemporánea. Sin embargo, encontrará serios argumentos contrarios a esta tesis pues descubre cómo en esta curandería existían maniobras de diversa índole psicológica, es decir, técnicas de intervención psicoterapéutica en contextos animistas, folclóricos y tradicionales con eficacia sorprendente.

[2] www.takiwasi.com

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