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El Túnel del Ego (Introducción, 2009)

Thomas Metzinger

Neurofilósofo, profesor de la filosofía teórica en la Universidad de Maguncia

Traducción de Nicolás Berasain

 

En este libro, voy a tratar de convencerte de que no hay tal cosa como un yo[1]. Contrariamente a lo que mucha gente cree, nadie ha sido o ha tenido un yo. Pero no se trata sólo de que la moderna filosofía de la mente y la neurociencia cognitiva juntas estén a punto de hacer añicos el mito del yo. Ahora ha quedado claro que nunca resolveremos el enigma filosófico de la conciencia ―es decir, la forma en que puede surgir en el cerebro, el cual es un objeto puramente físico― si no llegamos a un acuerdo con esta simple proposición: respecto de nuestro mejor conocimiento actual no hay tal cosa, ninguna entidad indivisible, que sea nosotros, ni en el cerebro ni en ningún reino metafísico más allá de este mundo. Así que cuando hablamos de la experiencia consciente como un fenómeno subjetivo, ¿cuál es la entidad que tiene estas experiencias?

Hay otras cuestiones importantes en la búsqueda de sondear nuestra naturaleza interna ―nuevas e interesantes teorías acerca de las emociones, la empatía, los sueños, la racionalidad y recientes descubrimientos sobre el libre albedrío y el control consciente de nuestras acciones, incluso acerca del mecanismo de la conciencia; todos éstas son valiosas, como ladrillos del edificio de un conocimiento más profundo de nosotros mismos. Voy a abordar muchos de ellos en este libro. Lo que actualmente carecemos, sin embargo, es el panorama general ―un marco más amplio con el que trabajar. Las nuevas ciencias de la mente han generado una avalancha de datos relevantes pero, no un modelo que pueda, al menos en principio, integrar todos estos datos. Hay una cuestión fundamental que tenemos que enfrentar directamente: ¿Por qué hay siempre alguien que tiene la experiencia? ¿Quién es el sintiente de tus sentimientos y el soñador de tus sueños? ¿Quién es el agente que hace lo que se hace y cuál es la entidad que piensa tus pensamientos? ¿Por qué es tu realidad consciente?

Este es el corazón del misterio. Si no queremos sólo los ladrillos del edificio sino un todo unificado, éstas son las preguntas esenciales. Hay una nueva historia, una provocativa y quizás impactante, que habla acerca de este misterio: Es la historia del túnel del Ego.

La persona que le cuenta esta historia es un filósofo, pero uno que ha cooperado estrechamente con los neurocientíficos, los científicos cognitivos y los investigadores en inteligencia artificial desde hace muchos años. A diferencia de muchos de mis colegas filósofos, creo que los datos empíricos a menudo guardan relación directa con las cuestiones filosóficas y que una parte considerable de la filosofía académica ha ignorado estos datos durante demasiado tiempo. Los mejores filósofos en este campo son claramente los filósofos analíticos, los de la tradición de Gottlob Frege y Ludwig Wittgenstein: En los últimos cincuenta años, las contribuciones más potentes han venido de los filósofos analíticos de la mente. Sin embargo, un segundo aspecto se ha descuidado demasiado: la fenomenología, la fina y cuidadosa descripción de la experiencia interior en cuanto tal. En particular, los estados alterados de conciencia (como la meditación, el sueño lúcido, o las experiencias fuera del cuerpo[1]) y los síndromes psiquiátricos (como la esquizofrenia o el síndrome de Cotard, en el que los pacientes realmente pueden creer que no existen) no deberían ser zonas de tabú filosófico. Muy por el contrario: si prestamos más atención a la riqueza y la profundidad de la experiencia consciente, si no tenemos miedo de tomarnos la conciencia en serio en todas sus sutiles variaciones y casos límite, entonces podremos descubrir exactamente esos insights[2] conceptuales que necesitamos para el panorama general.

En los capítulos que siguen, te conduciré a través de la actual revolución de la conciencia. Los capítulos 1 y 2 presentan las ideas básicas de la investigación de la conciencia y el paisaje interior del túnel del Ego. El capítulo 3 examina las experiencias extracorporales[3], cuerpos virtuales y miembros fantasma. El capítulo 4 se refiere a la propiedad, la agencia, y el libre albedrío; el capítulo 5 a los sueños y los sueños lúcidos; el capítulo 6 a las neuronas de empatía y de espejo; y el capítulo 7 a la conciencia artificial y la posibilidad de máquinas de Ego postbióticas. Todas estas consideraciones nos ayudarán a ir más allá en el mapeo del Túnel del Ego. Los dos últimos capítulos abordan algunas de las consecuencias de estos nuevos entendimientos científicos sobre la naturaleza de la mente-cerebro consciente: los desafíos éticos que plantean y los cambios sociales y culturales que puedan producir (y más pronto de lo que pensamos), dado el giro naturalista en la imagen de lo humano. Concluyo argumentando que, en última instancia, necesitaremos una nueva “ética de la conciencia”. Si llegamos a una teoría comprensiva de la conciencia, y si desarrollamos herramientas cada vez más sofisticadas para modificar el contenido de la experiencia subjetiva, tendremos que pensar muy bien lo que es un estado de conciencia bueno. Necesitamos urgentemente nuevas y convincentes respuestas a preguntas como las siguientes: ¿Qué estados de conciencia queremos que nuestros hijos tengan? ¿Qué estados de conciencia queremos fomentar, y qué es lo que queremos prohibir por razones éticas? ¿Qué estados de conciencia podemos imponer sobre animales o sobre máquinas? Obviamente, no puedo dar respuestas definitivas a estas preguntas; en cambio, los últimos capítulos están destinados a llamar la atención sobre la importancia de la nueva disciplina de la neuroética y, al mismo tiempo, a ampliar nuestra perspectiva.

EL AUTO-MODELO FENOMENAL[1]

Antes de presentar el Túnel del Ego, la metáfora central que guiará la discusión de aquí en adelante, será útil considerar un experimento que sugiere fuertemente la naturaleza puramente experiencial del yo. En 1998, los psiquiatras Mateo Botvinick y Jonathan Cohen de la  Universidad de Pittsburgh llevaron a cabo un experimento ahora clásico en el que individuos sanos experimentaron con un miembro artificial como parte de su propio cuerpo[2]. Los sujetos observaban una mano de goma tirada en el escritorio frente a ellos, con su propia mano correspondiente oculta a su vista por una pantalla. La mano de goma visible y la mano invisible del sujeto fueron luego sincrónicamente acariciadas con un tanteo. El experimento es fácil de replicar: Después de un cierto tiempo (sesenta a noventa segundos en mi caso), la famosa ilusión de la mano de goma emerge. De repente, sientes la mano de goma como propia, y sientes las caricias repetidas en la mano de goma. Por otra parte, se siente un “brazo virtual” en toda regla -es decir, una conexión desde el hombro hasta la mano falsa sobre la mesa frente a uno.

 

Figura 1: La ilusión de la mano de goma. Un sujeto sano experimenta un miembro artificial, como parte de su propio cuerpo. El sujeto observa un duplicado de una mano humana, mientras que su propia mano está oculta (cuadrado gris). Tanto la mano de goma artificial y la mano invisible se acarician en varias ocasiones y de forma sincronizada con un tanteo. Las áreas claras alrededor de la mano y las áreas oscuras en el dedo índice indican los respectivos campos receptivos de neuronas táctiles y visuales en la corteza premotora. La ilustración de la derecha muestra la ilusión del sujeto cuando los trazos de fieltro están alineados con los toques de la sonda visible (las áreas oscuras muestran las zonas de mayor actividad en el cerebro; la posición ilusoria del brazo, fenomenalmente experienciada, está indicada por el contorno de luz). La activación resultante de las neuronas en la corteza premotora se demuestra por los datos experimentales. (M. Botvinick & J. Cohen, “Rubber Hand ‘Feels’ Touch Eyes See”, Nature 391:756, 1998). Figura por Litwak ilustrations studio, 2004.

La característica más interesante que noté cuando me sometí a este experimento fue la extraña sensación de hormigueo en el hombro, poco antes del inicio de la ilusión -poco antes, por así decirlo, mi “brazo alma” o “miembro astral” resbaló del brazo físico invisible hacia la mano de goma. Por supuesto, no hay tal cosa como un brazo fantasmal, y probablemente, tampoco algo como un cuerpo astral. Lo que se siente en la ilusión de la mano de goma es lo que yo llamo el contenido del auto-modelo fenomenal (AMF) -el modelo consciente del organismo como un todo que es activado por el cerebro. (“Fenomenal” se utiliza aquí y en todas partes, en el sentido filosófico, como perteneciente a lo que se conoce sólo experiencialmente, a través del modo en que las cosas aparecen subjetivamente para ti). El contenido del AMF es el Ego.

El AMF del Homo sapiens es probablemente uno de los mejores inventos de la naturaleza. Es una forma eficiente de permitir que un organismo biológico se conciba conscientemente a sí mismo (y a otros) como un todo. Por lo tanto, permite que el organismo interactúe con su mundo interno, así como con el ambiente externo de una manera inteligente e holística. La mayoría de los animales son conscientes de una forma u otra, pero su AMF no es el mismo que el nuestro. El tipo de evolución de nuestro auto-modelo consciente es exclusivo del cerebro humano, en él se representa el proceso de representación en sí mismo, podemos captarnos a nosotros mismos -como Antonio Damasio lo llamaría- en el acto de conocer. Nos representamos mentalmente a nosotros mismos como sistemas de representación, y en tiempo real fenomenológico. Esta capacidad nos convirtió en pensadores de pensamientos y lectores de mentes, y permitió la evolución biológica que estalló en la evolución cultural. El Ego es un instrumento extremadamente útil- uno que nos ha ayudado a entendernos entre nosotros a través de la empatía y la lectura de la mente. Por último, permitiéndonos exteriorizar nuestras mentes a través de la cooperación y la cultura, el Ego nos ha permitido formar sociedades complejas.

¿Qué lecciones se pueden aprender de la ilusión de la mano de goma? El primer punto es fácil de entender: Lo que sea que forme parte de tu AMF, lo que sea parte de tu Ego consciente, está dotado de un sentimiento de “lo míidad”[1], un consciente sentido de propiedad. Se experimenta como tu extremidad, tu sensación táctil, tu sentimiento, tu cuerpo o tu pensamiento. Pero entonces hay una cuestión más profunda: ¿No existe algo además del yo consciente que la mera experiencia subjetiva de propiedad de las partes del cuerpo o los estados mentales? ¿No hay algo así como una “propiedad global”, un sentido más profundo de egoicidad[2] que tiene que ver con poseer y controlar tu cuerpo como un todo? ¿Qué pasa con la experiencia de identificarse con ello? ¿Podría este profundo sentido de la egoicidad tal vez ser manipulado experimentalmente? La primera vez que experimenté la ilusión de lamano de goma, inmediatamente pensé que sería importante ver si esto también podría funcionar con un cuerpo de goma completo o una imagen de uno mismo. ¿Se podría crear un completo cuerpo análogo al de la ilusión de la mano de goma? ¿Podría el Ego entero ser trasladado a un lugar fuera del cuerpo?

De hecho, hay estados fenomenales en los cuales la gente tiene la sólida sensación de estar fuera de su cuerpo físico -éstas son las así llamadas experiencias extracorpóreas-, o EFC[3]. Las experiencias extracorpóreas son una clase bien conocida de estados en los que uno se somete a la muy realista ilusión de dejar el cuerpo físico, por lo general, en la forma de un doble etérico, moviéndose fuera de éste. Fenomenológicamente, el sujeto de la experiencia se encuentra en este doble. Obviamente, si uno quiere entender lo que es el yo consciente, estas experiencias son de gran relevancia filosófica y científica. ¿Podrían éstas ser creados en el laboratorio?

Uno de los neurocientíficos con el que me siento orgulloso de colaborar es Olaf Blanke, un brillante y joven neurólogo del Instituto Suizo Federal de Tecnología en Lausannne, quien fue el primer científico en desencadenar una EFC por estimulación directa del cerebro de un paciente con un electrodo. En general, existen dos representaciones del propio cuerpo en estas experiencias: una visual (la visión de su propio cuerpo, acostado en la cama, por ejemplo, o en una mesa de operaciones) y la otra, experimentada, en la que te sientes estar flotando por encima o en el espacio. Curiosamente, este segundo modelo corporal es el contenido del AFM. Aquí es donde está el ego. En una serie de experimentos con realidad virtual, Olaf, su estudiante de doctorado Bigna Lenggenhager y yo hemos tratado de crear experiencias EFC artificiales y las ilusiones de cuerpo completo (véase el capítulo 3)[4]. Durante estas ilusiones, los sujetos se localizaron a sí mismos fuera de su cuerpo y de forma transitoria se identificaron con una imagen externa generada por una computadora. Lo que estos experimentos demuestran es que la más profunda y holística sensación del Ego no es un misterio inmune a la exploración científica -es una forma de contenido representacional consciente, y que puede ser manipulado selectivamente bajo condiciones experimentales cuidadosamente controladas.

A lo largo del libro, utilizo una metáfora central para la experiencia consciente: el “Túnel del Ego”. La experiencia consciente es como un túnel. La neurociencia moderna ha demostrado que el contenido de nuestra experiencia consciente no sólo es una construcción interna, sino también una forma extremadamente selectiva de la representación de la información. Es por esto que es un túnel: Lo que vemos y oímos, o lo que sentimos y el olfato y el gusto, es sólo una pequeña fracción de lo que realmente existe ahí fuera. Nuestro modelo consciente de la realidad es una proyección de baja dimensión respecto de la inconcebiblemente rica realidad física que nos rodea y sostiene. Nuestros órganos sensoriales son limitados: Evolucionaron por razones de supervivencia, no para representar la enorme riqueza y la abuancia de la realidad en toda su insondable profundidad. Por lo tanto, el proceso en curso de la experiencia consciente no es tanto una imagen de la realidad como un túnel a través de la realidad.

Siempre que nuestro cerebro persigue con éxito la ingeniosa estrategia de crear un retrato interior unificado y dinámico de la realidad, nos hacemos conscientes. En primer lugar, nuestro cerebro genera una simulación del mundo, tan perfecto que no la reconocemos como una imagen en nuestras mentes. Entonces, éstas generan una imagen interna de nosotros mismos como un todo. Esta imagen incluye no sólo nuestro cuerpo y nuestros estados psicológicos, sino también nuestra relación con el pasado y el futuro, así como con otros seres conscientes. La imagen interna de la persona-como-un-todo es el Ego fenomenal, el “yo” o “sí mismo[5]” como aparece en la experiencia consciente; por lo tanto, uso los términos “Ego fenomenal” y “sí mismo fenomenal” de manera intercambiable. El Ego fenomenal no es algo misterioso o un pequeño hombre dentro de la cabeza, pero sí el contenido de una imagen interior -es decir, el auto-modelo consciente o AMF. Al ubicar el auto-modelo en el mundo-modelo, se crea un centro. Ese centro es lo que experimentamos como nosotros mismos, el Ego. Es el origen de lo que los filósofos llaman a menudo la perspectiva en primera persona. No estamos en contacto directo con la realidad exterior o con nosotros mismos, pero sí tenemos un punto de vista interno. Podemos usar la palabra “yo” Vivimos nuestra vida consciente en el Túnel del Ego.

En los estados ordinarios de conciencia, siempre hay alguien que tiene la experiencia -alguien conscientemente se experimenta a sí mismo en tanto que dirigido hacia el mundo, como un sí mismo en el acto de atender, de saber, de desear, de querer y de actuar. Hay dos razones principales para ello. En primer lugar, poseemos una imagen interna integrada de nosotros mismos que está firmemente anclada en nuestros sentimientos y sensaciones corporales; la simulación del mundo creada por nuestro cerebro incluye la experiencia de un punto de vista. En segundo lugar, no podemos experimentar e introspectivamente reconocer nuestros auto-modelos como modelos; gran parte del auto-modelo es, como dirían los filósofos, transparente[6]. Transparencia significa simplemente que no somos conscientes del medio a través del cual la información llega a nosotros. No vemos la ventana, sino sólo el pájaro volando. No vemos las neuronas disparando en nuestro cerebro, sino sólo lo que representan para nosotros. Un modelo de mundo consciente activo en el cerebro es transparente si el cerebro no tiene ninguna posibilidad de descubrir que se trata de un modelo -miramos a través de él, directamente en el mundo, por así decirlo. La idea central de este libro -y la teoría detrás de esto, la teoría del auto-modelo de la subjetividad[7]– es que la experiencia consciente de ser un yo surge porque una gran parte del AMF en tu cerebro es transparente.

El Ego, como se ha señalado, no es más que el contenido de tu AMF en este momento (tus sensaciones corporales, tu estado emocional, tus percepciones, recuerdos, actos de voluntad, pensamientos). Pero puede convertirse en el Ego sólo porque tú estás constitucionalmente incapacitado de darte cuenta de que todo esto es sólo el contenido de una simulación en tu cerebro. No es la realidad misma, sino una imagen de la realidad -y una muy especial, por cierto. El Ego es una imagen mental transparente: Tú -la persona física en su totalidad- se ve justo a través de él. No la ves. Pero la ves con ella. El Ego es una herramienta para el control y la planificación de tu comportamiento y para comprender el comportamiento de los demás. Cada vez que el organismo necesita esta herramienta, el cerebro activa un AMF. Si -como, por ejemplo, en el sueño profundo sin sueños- la herramienta no se necesitara más, se apaga.

Hay que destacar que a pesar de que nuestros cerebros crean el Túnel del Ego, nadie vive en este túnel. Vivimos con él y por medio él, pero no hay un pequeño hombre haciendo cosas dentro de nuestra cabeza. El Ego y el Túnel fenómenos de representación que evolucionaron como resultado de la auto-organización dinámica en muchos niveles. En última instancia, la experiencia subjetiva es un formato de datos biológicos, un modo altamente específico de presentación de la información sobre el mundo que permite que aparezca como si fuera un conocimiento del Ego. Pero tales cosas en sí mismas no existen en el mundo. Un organismo biológico, como tal, no es un yo. Un Ego no es un yo, tampoco, sino simplemente una forma de representación de contenido, es decir, el contenido de un auto-modelo transparente activado en el cerebro del organismo.

Las variaciones de esta metáfora del túnel ilustran otras nuevas ideas en ciencia de la mente: ¿Qué significaría para un Túnel del Ego diversificarse para incluir otros Túneles del Ego? ¿Qué pasa con el Túnel del Egr durante el estado de sueño? ¿Pueden las máquinas poseen una forma artificial de  auto-conciencia, y pueden desarrollar un propio Túnel del Ego? ¿Cómo funciona la empatía y la cognición social; cómo puede llevarse a cabo la comunicación de un túnel a otro? Finalmente, por supuesto, tenemos que preguntarnos: ¿Es posible abandonar el túnel Ego?

La idea de un Túnel del Ego se basa en una noción antigua que ha existido desde hace bastante tiempo. Es el concepto de un “túnel de la realidad” que se puede encontrar en la investigación sobre realidad virtual y en la programación de videojuegos avanzados, o en la popular obra de los filósofos no académicos como Robert Anton Wilson y Timothy Leary. La idea general es la siguiente: Sí, hay un mundo exterior, y sí, hay una realidad objetiva, pero en movimiento a través de este mundo, al cual constantemente aplicamos mecanismos de filtro inconscientes, y al hacerlo, sin saberlo,  construimos nuestro propio mundo individual, el cual es nuestro “túnel de realidad”. Nunca estamos en contacto directo con la realidad como tal debido a que estos filtros nos impiden ver el mundo tal como es. Los mecanismos de filtrado son nuestros sistemas sensoriales y nuestro cerebro, la arquitectura que hemos heredado de nuestros antepasados biológicos, así como de nuestras creencias previas y prejuicios implícitos. El proceso de construcción es en gran medida invisible; al final, sólo vemos lo que nuestro túnel de realidad nos permite ver, y la mayoría de nosotros estamos no nos enteramos en lo más mínimo de este hecho.

Desde el punto de vista de un filósofo, hay un montón de sinsentido en esta noción popular. No creamos un mundo individual, sino sólo un modelo del mundo. Por otra parte, toda la idea de estar potencialmente directamente en contacto con la realidad es una especie de folclore romántico; conocemos el mundo sólo mediante el uso de representaciones, puesto que (correctamente) representar algo es lo que es saber. Además, el Túnel del Ego no se trata de lo que los psicólogos llaman “sesgo de confirmación”- es decir, nuestra tendencia a notar y asignar importancia a las observaciones que confirman nuestras creencias y expectativas, mientras que filtramos o justificamos las observaciones que no lo hacen. Tampoco es cierto que no podemos salir del túnel o saber nada del mundo exterior: El conocimiento es posible, por ejemplo, a través de la cooperación y la comunicación de grandes grupos de personas -comunidades científicas que diseñan y prueban teorías, constantemente criticándose unas a otras, e intercambiando datos empíricos y nuevas hipótesis. Por último, la noción popular de un túnel de la realidad se utiliza de manera lúdica en simplemente demasiadas formas y contextos, por lo que sigue siendo irremediablemente vaga.

En el primer capítulo, me limitaré a la discusión acerca del fenómeno de la experiencia consciente y desarrollaré una comprensión mejor y más rica de por qué exactamente es exclusivamente interna. Una cuestión que debe abordarse es: ¿Cómo puede todo esto tener lugar en el interior del cerebro y al mismo tiempo crear la experiencia sólida de vivir en una realidad que se vive como una realidad externa? Pretendemos entender cómo es posible lo que el filósofo finlandés y neurocientífico Antti Revonsuo llama una “experiencia fuera del cerebro”: la experiencia que usted tiene todo el tiempo -por ejemplo, en este momento, cuando lees este libro. La sólida experiencia de no estar en un túnel, de estar directa e inmediatamente en contacto con la realidad externa, es una de las características más notables de la conciencia humana. Incluso se produce durante una experiencia extracorpórea.

Aplicarse al estudio de la conciencia en cuanto tal significa considerar el contenido fenomenal de las representaciones mentales de uno mismo -es decir, cómo te sientes desde la perspectiva de primera persona, cómo es tenerlas (subjetivamente, en privado, en lo interno). Por ejemplo, el contenido fenomenal predominante de ver una rosa roja es la calidad de rojedad[8] en sí. En la experiencia consciente de oler una mezcla de ámbar y sándalo, el contenido fenomenal es la calidad subjetiva pura de “ámbar-idad” y “sándal-idad”, inefable y aparentemente simple. Al experimentar una emoción -por ejemplo, sentirse feliz y relajado- el contenido fenomenal es el propio sentimiento y no aquello a lo que se refiere.

Toda la evidencia apunta ahora a la conclusión de que el contenido fenomenal se determina a nivel local, no por el ambiente en absoluto, sino únicamente por las propiedades internas del cerebro. Por otra parte, las propiedades relevantes son las mismas independientemente de que la rosa roja esté allí, frente a ti, o sólo pensada o soñada. La experiencia subjetiva de sándalo-y-ámbar no requiere incienso, ni siquiera requiere una nariz; en principio también puede ser obtenida mediante la estimulación de la combinación correcta de los glomérulos en el bulbo olfatorio. Los glomérulos (hay unos dos mil de ellos) toman por estímulo algún tipo u otro de sus células receptoras olfativas. Si la calidad sensorial unificada de olor de sándalo y ámbar normalmente implica la activación de las células receptoras olfativas de tipo 18, 93, 143, y 211 en tu nariz, entonces podríamos esperar obtener la misma experiencia consciente -un olor idéntico- al estimular los glomérulos correspondientes con un electrodo. La pregunta es: ¿Cuál es el conjunto mínimo suficiente de propiedades neuronales? ¿Podríamos provocar selectivamente el mismísimo fenómeno haciendo incluso menos, posiblemente en otro lugar del cerebro? La mayoría de los neurocientíficos, y probablemente la mayoría de los filósofos también, contestarían que sí: Activar el correlato neural mínimo de una experiencia consciente dada y obtener la experiencia consciente en sí.

La misma idea general es válida para los estados más complejos: Su contenido fenomenal es precisamente ese aspecto de un estado (por ejemplo, de la felicidad, más relajación) que no sólo emerge de manera natural en situaciones cotidianas, sino también puede ser causado por una sustancia psicoactiva -o, al menos, en principio, gatillado por un neurocientífico experimentando con un cerebro vivo en una recipiente. El problema de la conciencia tiene que ver con la experiencia subjetiva, la estructura de nuestra vida interior, y no sobre el conocimiento del mundo exterior.

Una forma de ver el Túnel del Ego es como una compleja propiedad del correlato neuronal de la conciencia (CNC). El CNC es ese conjunto de propiedades neurofuncionales en el cerebro suficientes para provocar una experiencia consciente. Hay un CNC específico para la rojidad de la rosa que experiencias, otra para el objeto perceptual (es decir, la rosa en su conjunto), y otro que subyace a tu sentimiento que acompaña al de felicidad y relajación. Pero también hay un CNC global -es decir, un conjunto mucho más amplio de propiedades neuronales subyacentes a la conciencia en su conjunto, que sustenta tu modelo experiencial del mundo, la totalidad de todo lo que subjetivamente sientes. El flujo constante de información en esta CNC global es lo que crea el túnel, el mundo en que vives tu vida consciente.

Pero, ¿qué es ese “tú”? Como afirmé al principio, nunca tendremos una teoría científica completa verdaderamente satisfactoria de la mente humana si no disolvemos el núcleo del problema. Si queremos que todo cesté en su lugar -si queremos entender el panorama general-, entonces, éste es el desafío. ¿Por qué la conciencia es subjetiva? La pregunta más importante que trato de responder es por qué un modelo de mundo consciente tiene casi siempre un centro: un yo, un Ego, un sí mismo que se experimenta. ¿Qué es exactamente el yo que tiene la ilusión de la mano de goma? ¿Qué es exactamente lo que aparentemente deja el cuerpo físico en un EFC? ¿Qué es exactamente lo que está leyendo estas líneas en este momento?

Un Túnel del Ego es un túnel conciencia que ha evolucionado a la propiedad adicional de crear una firme perspectiva de primera persona, una visión subjetiva del mundo. Se trata de un túnel de la conciencia, más un yo aparente. Éste es el reto: Si queremos el panorama general, tenemos que saber cómo aparece un genuino sentido de la egoicidad. Tenemos que explicar tu experiencia de ti mismo al sentir la sensación táctil en la mano de goma, de ti mismo como la comprensión de las frases que estás leyendo en este momento. Este genuino sentido consciente de la egoicidad es la forma más profunda de interioridad, mucho más profundo que sólo estar “en el cerebro” o “en un mundo simulado en el cerebro.” Esta forma no trivial de interioridad es de lo que trata este libro.

[1] En el original inglés, “mineness”. Este neologismo es tan incierto en inglés como en español, pero señala bien la noción del autor en cuanto a que toda experiencia del sujeto (Ego), fenomenalmente, le es propia. Ninguna empatía ni endopatía, ningún delirio o estado modificado de conciencia ocurre sino desde la “atestiguación” de un Ego que declara estas experiencias como propias. De ahí, desde el adjetivo posesivo “mío”, la substantivación en “míidad”. (NT).

[2] En el original inglés, “selfhood”. El sufijo -hood, en inglés, substantiva incluso a un substantivo, quedando una traducción posible en “egoicidad”, la calidad o estatuto del Ego. (NT).

[3] EFC, sigla de “experiencias fuera del cuerpo”.

[4] Véase Patrick Wilken, “ASSC-10 Welcoming adress”, en 10th Annual Meeting of the Association for the Scientific Study of Consciousness, 23-36, junio de 2006, Oxford, Inglaterra. (Nota resumida por el traductor).

[5] En el original inglés, “self”.

[6] Véase Thomas Metzinger, Conscious Experience, Thorventon, 1995.

[7] Véase el especial problema de la neurobiología de la conciencia animal en Consciousness and Cognition, 2005.

[8] En el original inglés, “redness”, es decir, la calidad de lo rojo.

[9] En el original inglés, “phenomenal”. Dentro de la tradición fenomenológica, cuando traducida al español, especialmente desde el alemán, suele utilizarse el término fenoménico. Sin embargo, atendiendo el carácter fenomenológico psicológico que atiende la teoría de Metzinger y, considerando que el diccionario de la RAE sólo distingue los vocablos fenoménico y fenomenal en cuanto que uno se refiere al “fenómeno como apariencia o manifestación de algo” y el otro a “que participa de la naturaleza del fenómeno”, teniendo ambos la acepción de “relativo al fenómeno”, hemos preferido, provisoriamente, mantener la morfología del original, toda vez que existen en inglés las respectivas figuras, prefiriendo el autor la de fenomenal. Cabe señalar, por último, que dos legítimas traducciones de esta expresión podrían ser tanto “Modelo del Yo fenomenal” como “Modelo del sí mismo fenomenal”. (NT).

[10] Véase T. Metzinger, “Beweistlast für Fleischesser”, Gehirn & Geist 5:70-75 (2006), reimpreso en C. Könneker, Wer erklärt den Menschen? Hirnforscher, Psychologen und Philosophen im Dialog (2006). Nota del autor abreviada por el traductor.

[11] Más adelante, en el contexto de la discusión acerca de la realidad misma de la modificación de conciencia, se observará por qué Metzinger no consideró acá la utilización de psiquedélicos y enteógenos (LSD, Ayahuasca, etc.). (N.T.).

[12] En el original inglés, “conceptual insights”. Decidimos mantener el término insight por su creciente utilización intraducida en psicología, clínica especialmente. Con todo, puede entenderse como “comprensión, percatación, introspección”. (N.T.).

[13] En el original inglés, “out-of-body experiences”.

[14] En el original inglés, “self”. De aquí en más, el autor va a utilizar indistintamente los términos self y I, respectivamente, “uno mismo; el yo” y “yo”, pronombre de la primera persona singular en inglés. Sin embargo, existen matices en el empleo fenomenológico de estas dos palabras que se advertirán cuando competa en la traducción (N.T.).

 

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