Psicoanálisis aplicado a la psicoterapia de parejas
Pensar el estatus casi ontológico del psicoanálisis en Freud en referencia negativa a su aplicación terapéutica lleva, casi inevitablemente, a textos clásicos como el Da Vinci (1910), el Moisés (1914) o Tótem y Tabú (1913), en tanto que se trata de escritos de carácter antropológico y literario. En este sentido, Freud entendía el psicoanálisis aplicado como una vertiente extramuros que se justificaba en la novedad de la perspectiva psicoanalítica para la comprensión de fenómenos ajenos a la clínica. Y es así que, la teoría psicoanalítica cobró, en la segunda mitad del siglo XX, tal importancia cultural y académica que su interpretación se volcó irreversiblemente a una multiplicidad de campos de estudio, en sí mismos, aplicaciones.
Sin embargo, el “retorno a Freud” que Lacan promovió, en parte como corrección del extravío de la psicología del yo, transformó esa primera subdivisión entre una teoría psicodinámica y terapéutica y una teoría antropológica en lo que, en palabras de Jacques-Alain Miller, se denominó «psicoanálisis puro y psicoanálisis aplicado», ciertamente, nociones extraídas del Acta de Fundación de Escuela del 21 de junio de 1964, en que el propio Jacques Lacan establece las bases institucionales, remarcando allí la misma distinción en sendas secciones, a saber, «1) Sección de psicoanálisis puro, esto es, […] el psicoanálisis didáctico» y «2) Sección de psicoanálisis aplicado, lo que quiere decir de terapéutica y de clínica médica» (Lacan, 1964). En síntesis, el puro estaría destinado a formar un analista (sinthoma) y, el aplicado, se concentraría en la terapéutica (síntoma). Históricamente, la modalidad aplicada implicó un debilitamiento en la formación de analistas puesto que se llegó a concebir que los “psicoanalistas aplicados” no necesitaban ser analizados o analizantes, lo cual llevó a Miller a rectificar un extravío tal poniendo énfasis en que el psicoanálisis aplicado tiene todas sus cartas de legitimidad siempre y cuando se sostenga la pregunta por el deseo del analista, independientemente de dónde se practique el análisis.
Así bien, dentro de la variedad de contextos en que puede lícitamente practicarse el psicoanálisis sin traicionar sus bases, al menos, desde la orientación lacaniana, están las instituciones, a más de la práctica privada. Pero asimismo, su aplicabilidad concierne una multiplicidad de sujetos “nuevos”, por ejemplo, en toxicomanías (Naparstek, 2005; Le Poulichet, 1996); en autismo (Tendlarz & Álvarez, 2013); o, trastornos alimenticios (Recalcati, 2008). Del mismo modo, es que una clínica de las parejas puede ser cubierta psicoanalíticamente, como aplicación.
Pero un psicoanálisis de pareja presenta un problema complejo de suyo pues se trata, propiamente, de la consulta psicológica que realizan dos sujetos cuyo vínculo, sentimental y político a la vez, sufre por algún síntoma. Por otro lado, la sentencia lacaniana “no hay relación sexual”, que pone en el centro la cuestión del fantasma como división que discrimina entre un sujeto de deseo y un objeto de goce, al mismo tiempo que los relaciona (⟡), impone una dificultad que nos parece interesantísima de abordar pensando en las posibilidades terapéuticas del psicoanálisis cuando es demandado por una pareja. Si el goce es de uno, ¿qué tipo de intervención clínica puede operacionalizarse sobre el nudo interfantasmático de una relación amorosa sintomática? Vale decir, una interrogación práctica que tiene en perspectiva el aforismo de La Angustia “sólo el amor permite al goce condescender al deseo” (Lacan, 2018, p. 194) pero que se propone, para una investigación con alcance metodológico, examinar la clínica de parejas que expone el fracaso de tal condescendencia, quizá manifiesta en la estadística del INE para un 2018 en que más de 60.000 causas por divorcio fueron recibidas por los tribunales de familia sólo ese año (INE, 2020).
Por último, es relevante señalar que esta línea de trabajo clínico que practicamos en la consulta de diario, no puede acogerse al modelo intersubjetivo en tanto que el psicoanálisis lacaniano se ha fundado en un esquema transindividual del inconsciente (Lacan, 1953) y no relacional cuyo centro sería el yo. Para esta aplicación, el “problema de pareja”, «cuando es el partenaire el que hace síntoma para el sujeto» (Miller, 2003), siempre se trata de su relación al Otro (A/). Allí se configuran modos de ruptura, de dolor y de formación de pareja que deparan en la consulta para interpelar al propio analista aplicado que ha de encontrar una manera de localizar las subjetividades en su singularidad absoluta que, no obstante, demanda una constitución intersubjetiva, ser una pareja fuente de placer.
Referencias
Freud, S., Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires.
– (1910) Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, en: Vol. XI
– (1910) Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas, en: Vol. XI
– (1913). Tótem y tabú, en: Vol. XIII.
– (1939) Moisés y la religión monoteísta, en: Vol. XXIII.
Naparstek, F. y col. (2005). Introducción a la clínica con toxicomanías y alcoholismo.
Buenos Aires: Grama Ediciones.
Le Poulichet, (1996) Toxicomanías y psicoanálisis. Buenos Aires; Amorrortu.
Tendlarz & Álvarez (2013) ¿Qué es el autismo? Buenos Aires: Grama.
Recalcati, M (2008) Clínica del vacío. España: Síntesis.
Instituto Nacional de Estadísticas, sitio web, sección prensa. Publicado 28.01.2020.
Lacan (1953), “Función y campo de la palabra y del lenguaje”, Escritos 1, p. 248.
Lacan (2018), La angustia. Buenos Aires: Paidós.
Miller, J.A. et col. (2003) La pareja y el amor. Buenos Aires: Paidós.
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