Psiloterapia Analítica®, la psicoterapia asistida con psilocibina
Introducción
En medio de una nueva temporada científica de estudios y ensayos clínicos con sustancias psicodélicas, liderados por algunas de las más prestigiosas universidades del mundo y unos cuantos centros de investigación y tratamiento psicológico independientes, consiguiendo tan alentadores resultados, no tiene mucho sentido redundar y repetir referencias a lo que se ha denominado el “renacimiento psicodélico”. Es un hecho actual que la medicina psicodélica está obteniendo evidencias incontestables de la eficacia que el uso ciertas sustancias psicoactivas en contextos terapéuticos tienen para abordar síndromes psicológicos y psiquiátricos. Especialmente, en el margen de los trastornos del ánimo y de las toxicomanías se han hallado efectos extraordinarios en la remisión de los síntomas de dependencia y abstinencia. Sin embargo, las autorización para el empleo en psicoterapia está aún en fase de examen jurídico, político y científico.
En Chile existe la ley 20.000, que regula el uso de estupefacientes y establece prohibición del transporte, producción, cultivo, venta, etc., de las sustancias que tipifica (entre ellas, varios psicodélicos, pero no así, ciertos enteógenos). No obstante, no restringe el “consumo personal, exclusivo y próximo en el tiempo” y define que pueden existir tratamientos médicos que justifican la intervención con este tipo de drogas.
Pues bien, ése es más o menos el marco legal que lidia con la cada vez más abundante necesidad de recurrir a las moléculas que estas plantas y hongos poseen con el propósito de facilitar procesos psicoterapéuticos. Las ideas que planteo enseguida se subordinan a este contexto nacional y mundial en que existe aún una tensión compleja entre ilegalidad y apremio sanitario. O sea, bajo ningún punto de vista estoy fomentando el uso de psicodélicos; de hecho, soy plenamente consciente de los riesgos implicados en la utilización irresponsable de sustancias psicodélicas y, al contrario, respaldo casi únicamente la administración fundamentada por profesionales de la salud mental, y aun esto, tras una serie de consideraciones clínicas. Con todo, estoy convencido, después de diez años de investigación personal y profesional, que estamos ante un recurso cuyo potencial curativo es inapelable.
La psiloterapia
Obviamente, el término “psiloterapia” es un neologismo acomodaticio que no pretende rigurosidad etimológica ni morfológica, pero sí quiere apuntar al uso terapéutico de la psilocibina (4-fosforiloxi-N,N-dimetiltriptamina). Este uso, en realidad, se verifica mejor en el marco de la psicoterapia, y en términos específicos de lo que puedo dar cuenta, de la psicoterapia psicoanalítica. Ésta es la razón por la cual en otros lugares me he referido a la “psicoterapia analítica”, es decir, un tratamiento psicológico que adhiere a los principios de la cura según el psicoanálisis de orientación lacaniana sin por ello ser propiamente psicoanálisis lacaniano. Ocurre que la teoría de la mente del psicoanalista francés Jacques Lacan (1901-1981) es, según nuestro modesto punto de vista, la más explicativa que conozcamos. Aun así, su método, tal como fue pensado en la segunda mitad del siglo XX, no necesariamente se adapta a las diversas figuras psicopatológicas que acuden al consultorio buscando ayuda y alivio. En muchos casos, creo que sería inclusive contraproducente someter a análisis freudo-lacaniano a pacientes que, por distintas razones, buscan un acompañamiento que no pasará de las doce sesiones. Personas que no tienen en sus medios psicológicos, educacionales o existenciales, la posibilidad de sostener una indagación de largo aliento. Por ello, hay una serie de maniobras puramente lacanianas que he suprimido de mi propuesta clínica, a saber, el corte de sesión “a penas haya ocasión de sancionarlo”, ya que puede ocurrir, a veces muy tempranamente en una terapia, que el paciente sea expulsado transcurridos quince minutos… La abstinencia radical, que fácilmente se imputaría como inerradicable de esta orientación, a veces, estratégicamente, puede ser regateada si el analista sabe bien lo que hace, especialmente, en la intervención diferencial de los tres registros lacanianos (real, simbólico e imaginario). En fin, por cierto, debo señalar que la administración de sustancias queda fuera de mi práctica empero, brindo apoyo y consejería técnica en su utilización protocolizada mientras el paciente concurre a sesiones de psicoterapia. Y cuando éste ya tiene prescripción psicofarmacológica de antidepresivos, ansiolíticos, antipsicóticos, estabilizadores, etc., advierto de las interacciones inconvenientes y peligrosas, por demás, ratificadas por psiquiatras de cuya asesoría me valgo.
Ahora bien, cuando las condiciones mentales, emocionales y hasta económicas lo permiten, y existe una transferencia o vínculo terapeuta-paciente adecuada, derivamos a una psiloterapia analítica que puede tener dos grandes variantes que pueden ejercitarse cada una por sí sola, o bien, combinadas: la macrodosis y la microdosis.
Macrodosis psiloterapéutica
La macrodosis de psilocibina consiste en la ingesta de una dosis capaz de producir en el individuo un EMC, es decir, un estado modificado de conciencia. En este estado alterado la subjetividad se transfigura y, más allá de los conocidos efectos perceptuales en los que no insistiré, lo más interesante es la oportunidad emergente de operar rectificaciones subjetivas. El sujeto se desprende parcialmente del imperio del lenguaje estructurante de la psique y, gracias a ello, consigue una experiencia corporal inusual que, si bien puede resultar incómoda, extraña, intimidante y hasta ominosa, aun con todo eso, verifica la enajenación en la que este sujeto vive. Una enajenación que le ha hecho depender de cuando se le ha dicho en su existencia, desde la remota infancia hasta el momento exacto en que deja afectar su cuerpo por la sustancia. En efecto, en psicoanálisis creemos que el alto mérito del lenguaje, la razón, ¡¡el logos!!, el cálculo, la ciencia, el discurso, la moral y el sentido, de los que nos vanagloriamos como especie dominante, son paradójicamente las causas del sufrimiento humano, ser humano que ha sido exiliado de la mancomunión edénica. La metamorfosis de seres confundidos con el todo a seres que hablan y dictaminan qué es qué, no cabe duda, nos ha alzado a una autoconciencia cuyo privilegio intelectual tiene el costo de la expulsión. Tiene como consecuencia la soledad, el sinsentido y la angustia. Pero dejaré en deuda proseguir ese cauce reflexivo para retomar la noción de psiloterapia.
El paciente ingiere la psilocibina en una dosis de aproximadamente 2,5 a 4,0 g, dependiendo de ciertos criterios psicofisiológicos que determinan la cantidad. Al cabo de unos 30 a 60 minutos, percibirá algunos efectos corporales como adormecimiento, sopor, “cosquillas faciales”, descenso de la temperatura corporal, ensueño (como estado de vigilia intermedia). En algunos casos, se ha reportado ligeras náuseas que no alcanzan el reflejo emético. Estos fenómenos ponen en relieve el cuerpo imaginario, o sea, una corporalidad basada en lo que otros nos han inculcado sobre la propia corporalidad. Es un cuerpo presente en el espejo, en consecuencia, un cuerpo no real sino ficticio que empieza en este momento a derivar en real. ¿A qué se refiere esa traslación de imaginario a real? Pues a experimentar un cuerpo que se desgaja del Otro, del discurso cultural que ha implantado un modo de pensarlo, de desearlo y de sostenerlo. Surge un cuerpo que no tiene nada que ver con el cuerpo sexuado —sea sexy o no— o con el cuerpo trabajador, materno o biopolítico. Emerge un cuerpo real que elude su caracterización y, siendo muy íntimo y propio, es a la vez, ignoto y foráneo, razón por la cual esta vivencia puede ocasionar angustia. Por ello nunca insistimos lo suficiente en la necesidad de una guía profesional de este tipo de experiencias, de suerte que haya disponibilidad de una escucha capaz de contener el desborde o de aplicar técnicas de estabilización.
Pues bien, atravesada esa primera etapa de corporalidad real, misma que proseguirá en la sesión psicodélica de macrodosis, cuya duración puede ser entre 6 y 8 hrs., el sujeto abre un espectro amplificado de elementos de conciencia. Se presentan ante aquél nuevas modulaciones perceptuales que trastocan el tiempo y el espacio; nuevas modulaciones cognitivas que le permiten pensar de otro modo, a veces, de un modo absolutamente otro… Y están las modulaciones afectivas o psicodinámicas que son especialmente valiosas para el tratamiento psicoanalítico ya que implican estructuras profundas del aparato psíquico. Estas modulaciones psicodinámicas afectan imagos inconscientes edípicas (la representación intrapsíquica del padre y de la madre, independientemente de la calidad de estas figuras en la vida real). En este punto, la conducción pauteada del setting psicodélico es imprescindible puesto que cada componente de la atmósfera psicológica tiene la capacidad de influir en el “viaje”. Cada intercambio verbal, fluctuaciones de luz, sonido, texturas, etc., pueden ser estímulos que se introducirán en la trama que se despliega en ese espacio mental que los psicodélicos otorgan.
El setting (contexto psíquico y físico) que propongo al paciente está dotado de seguridad, confort y seriedad en el sentido en que estas características brinden las condiciones para una experiencia curativa. Y es que este usuario ha tenido sesiones preliminares de localización subjetiva, un movimiento consistente en establecer las coordenadas discursivas del propio síntoma como expresión del inconsciente. El sujeto que ha acudido buscando ayuda tiene una relación difícil con su síntoma y, aunque se queja de él como si se tratara de un invasor, en realidad, es un secuaz del propio goce, esa especie de paradójica posición en que nos atrapamos a nosotros mismos, sufriendo de algo que dejamos existir. Con toda seguridad podemos afirmar que esto es mucho más complejo y curioso de como acabamos de redactarlo, pero ésa es la aventura terapéutica, reconocer cómo estamos de involucrados en nuestro dolor y cómo participamos en la reproducción del sufrimiento. Así, una vez que se ha conquistado esa localización subjetiva, el paciente adquiere un set, vale decir, un propósito motivado para darse esta oportunidad de inmersión intrapersonal.
Ulteriormente, en la semana inmediata tras la experiencia psicodélica, prosiguen sesiones integrativas en las que se elabora el material inconsciente que ha emergido. Se analizan los contenidos, se buscan interpretaciones y se organizan los recuerdos y descubrimientos obtenidos. Sea que la persona señale componentes místicos o biográficos, placenteros o terroríficos (“bad trip“), lo que se privilegia en la integración es la ilación discursiva o “cadenas significantes” que se propician después de haber ingerido psilocibina en macrodosis.
Microdosis psiloterapéutica
Esta modalidad de intervención terapéutica con psilocibina no busca generar un EMC. Al contrario, pretende inducir efectos subperceptuales que permitan al paciente mantener rutinas diarias más o menos típicas. La ingesta es usualmente diez veces menor que la de la macrodosis, de manera que su potencial es muy distinto. La macrodosis se define de acuerdo a protocolos que proveen diferentes investigaciones y autores dentro del campo de la medicina psicodélica. En mi práctica, sugiero ciclos o series de consumo de cápsulas con psilocibina pulverizada y dosificada entre 0,1 y 0,4g prescritas para protocolos de entre siete y treinta días, con respectivas pausas entre tandas.
La psiloterapia analítica asistida con microdosis de psilocibina actúa a un nivel sutil de la subjetividad toda vez que la psicoactividad inducida es tenue pero, al mismo tiempo, capaz de proporcionar un estado anímico que progresivamente gana estabilización emocional, mayor concentración, creatividad y, lo más importante, cierta apertura psicodinámica que brinda autobservaciones sumamente pertinentes para el proceso terapéutico. El paciente suele acudir a sus sesiones regulares presentando consideraciones relevantes sobre sí mismo y sus relaciones interpersonales. En algunas ocasiones, se reporta una producción onírica infundida de valor analítico. Algunos testimonios que podemos compartir, pues han sido autorizados por los pacientes mismos, declaran:
«Con las cápsulas empecé primero sintiéndome muy raro… Como que no reconocía mis emociones, pero como las trabajamos, empecé a darme cuenta de que antes las rechazaba o me engañaba a mí mismo con que no existían… Pero ahí estaban, esperando que las reconociera»
-J.L. (38)
«Fue muy distinto a comer algunos gramos de hongo… La micro[dosis] me dio un nuevo enfoque de la crisis por la que pasaba…. No me solucionó la situación, obvio… pero me dejó ver lo que no estaba viendo»
-D.R. (29)
«Después de tomar antidepresivos por años, nunca imaginé que un hongo me iba a hacer dormir bien y despertar mejor, aunque no creo que sea una panacea porque sin la conversa me hubiera asustado de algunos efectos un tanto invasivos»
-T.A. (61)
Epílogo
Tal como señala la paciente del último testimonio, la psilocibina no es una panacea ni mucho menos. De hecho, esta sustancia sigue siendo un facilitador del proceso terapéutico, pero no su centro ni su protagonista. El núcleo del tratamiento no es otro que la relación que psicólogo y paciente se permitan de modo que en ese espacio, llamado transferencia, sean capaces de reconocer lo que realmente está pasando más allá de lo que a cada uno le conviene creer. Esa relación transferencial se vehiculiza por la palabra, la presencia física y todos los fenómenos propios del encuentro interpersonal, pero el empleo de psilocibina en microdosis, en analogía con el uso de psicofármacos, provee de una ductilidad analítica que se verifica rápidamente en los efectos terapéuticos. Con todo, no cabe duda de que debemos seguir investigando las distintas variables que se conjugan tanto a nivel psicológico como a nivel fisiológico, pero podemos tener ciertas esperanzas científicas si invocamos la larga data que este recurso natural tiene en las tradiciones de la curandería americana precolombina, otra razón para defender con fuerza el conocimiento ancestral que, si bien hemos superado con modelos basados en la evidencia y paradigmas racionales que son capaces de dar cuenta de cada aspecto de su metodología, aun así, desde los cultos atávicos y las memoria de los pueblos originarios, ofrecemos la máxima gratitud por este legado.
3 Comments
Estoy en mi segunda sección de un mes con microdosis y leer este artículo me ayudó a entender mejor el proceso
No imaginan el cambio que me a ayudado a construir en mi
Buenos días estimado, espero que se encuentre muy bien. Estoy realizando mi tesis bibliografíca sobre la psilocibina y su uso terapéutico en pacientes con depresión resistentes al tratamiento farmacológico. Me parece muy interesante su escrito y quisiera saber cuál bibliografía utiliza o estudios. Saludos cordiales.
Buenas tardes, dónde puedo encontrar una terapia asistida con psilococibina ??
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Nicolás Berasain
Psicoanalista, psicólogo clínico y psicoterapeuta psicodélico. Magister en Psicoanálisis, licenciado en filosofía. Terapeuta transpersonal y focusing trainer. Autor del libro Filosofía Cosmopolítica.
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