La palabra psicodelia significa manifestación o claridad de la mente y se refiere al fenómeno en que ciertos estados de conciencia permiten experiencias extraordinarias. La cultura popular, e incluso la RAE, pretenden que sea simplemente un movimiento social o un estado de gran excitación sensorial, pero esto es un error. La vivencia psicodélica puede otorgar al sujeto un gama amplia de posibilidades psíquicas que resultan bastante o completamente inaccesibles en estados ordinarios de conciencia. En este sentido, se pueden incluir también los sueños lúcidos, la meditación y prácticas como la respiración holotrópica o el aislamiento contemplativo en retiros prolongados. Sin embargo, no se puede desconocer que el término psicodélico apunta, principalmente, a la producción intencional de estados modificados de conciencia (EMC) por medio de la ingesta de sustancias psicoactivas capaces de inducir tales experiencias. Y como cabe suponer, el espectro de tales sustancias es bastante amplio pero, dentro de lo que la así llamada medicina psicodélica admite, caben unas cuantas alternativas que han podido ser examinadas bajo condiciones controladas ofreciendo seguridad y eficacia clínica.
Para nosotros, en la práctica, el empleo de sustancias psicoactivas conlleva una enorme responsabilidad y un cuidado bioético importante, no solamente por la incidencia neuroquímica que implican sino que también por los efectos psicológicos que suelen producir en los usuarios. De este modo, su aplicación en psicoterapia está circunscrita a la condición de apoyo auxiliar en los procesos terapéuticos mismos, y en ningún caso representa, la sola medicación de psicodélicos, una operación que se baste por sí sola.
Por otro lado, es asimismo indispensable consignar que por psicoterapia psicodélica no debe entenderse exclusivamente el tratamiento asistido con sustancias psicoactivas puesto que las variantes se extienden a la meditación que, a su vez, puede ensayarse a partir de diversas teorías y modalidades (mindfulness, vipassana, trascendental, cabalística, sufí, tantra, etc.); también, existen procedimientos como la terapia perceptual afectiva de Richard Yensen, que si bien se dirige a provocar EMC, éstos se obtienen por la superexposición de imágenes según un guion definido a raíz del psicodiagnóstico levantado en sesiones convencionales de terapia psicodinámica; se pueden agregar los ejercicios neochamánicos que emplean tambores y otros instrumentos tradicionales para suscitar trances en los participantes que asisten a rituales sincretistas. Hoy en día, se está desarrollando una prometedora veta de investigaciones en el campo de la realidad virtual aplicada a la psicoterapia gracias a los avances en simulación que podrían llegar a disponer de representaciones de escenarios traumáticos, por ejemplo.
Como se puede ver, la psicoterapia psicodélica se trata de utilizar los EMC con fines terapéuticos y tal empleo se justifica en el hecho comprobado de que las transformaciones subjetivas requieren modificaciones en la interpretación. Sin lugar a dudas, la noción de interpretación en teoría psicodinámica es un tópico complejo que no podemos agotar en este artículo pero, podemos sintetizar su noción afirmando que el sujeto es un intérprete perpetuo de sí mismo y de sus circunstancias, parafraseando al filósofo español Ortega y Gasset. Cada cual tendrá un punto de vista de su situación y, cuando emerge la queja que conduce a acudir a psicoterapia, el trabajo consiste en formalizar esa interpretación. Ahora bien, esta interpretación no es únicamente consciente y éste es el punto en que la teoría psicoanalítica demuestra su total vigencia. En efecto, el inconsciente mismo es un intérprete y gran parte de “sus perspectivas” dependen de las articulaciones que el sujeto realiza de acuerdo a sus posibilidades contingentes. Es en este nivel de articulación donde los EMC han podido contribuir a destituir interpretaciones rígidas o, al menos, caducas respecto del desarrollo existencial del individuo. Hay que notar que lo que fue psicológicamente útil en un momento de la vida, puede dejar de serlo en otro ulterior.
En síntesis, utilizamos los fenómenos psicodélicos mediante una metodología que sigue siendo fiel a la clínica psicoanalítica en el sentido en que se conserva un modelo de la mente y una ética de la práctica clínica basada en la palabra, pues no importa en qué encuadre nos hallemos, siempre la primacía es sostenida por una idea del sujeto que padece en que su palabra interpretante es aquello donde puede surgir lo nuevo que buscamos en psicoterapia, sea ésta con o sin el uso de psicodélicos.