Nicolás Berasain, psicoanalista, psicólogo clínico y psicoterapeuta psicodélico. Magister © en Psicoanálisis, licenciado en filosofía. Terapeuta transpersonal y focusing trainer. Autor del libro Filosofía Cosmopolítica.
Biografía profesional
Nicolás Berasain ha sido un investigador desde que era un niño. Cuando tenía de 10 años lee, sin recomendación alguna, el libro de Peter Kolosimo Astronaves en la prehistoria (Plaza & Janés, 1976), quedando impresionado por las afirmaciones que allí se hacen. Esta lectura comenzó a hilvanar otras también consideradas “alternativas”. Muy pronto, descubrió las tradiciones esotéricas de oriente y occidente, zambulléndose formalmente en el estudio autodidáctico de los misterios.
Sin embargo, su inocencia e impetuosidad -reconoce hoy día- implicaron extravíos y francas pérdidas de tiempo en trabajos que, afortunadamente, sospechó obsoletos o negligentes. Y así derivó en la psicología y la filosofía como fuentes en las que descubría una honestidad incomparable, pese a que nunca abandonaría el interés por lo inexplicable pero, ¿qué está perfectamente explicado?
Cuando por fin tuvo oportunidad de emprender estudios superiores en la universidad, tras decepcionarse de las ciencias políticas como una esperanza de contribuir a la sociedad por medio del gobierno y la administración, decide ingresar a una licenciatura en filosofía, confirmando rápidamente su vocación por las letras y, especialmente, por ciertas formas de espiritualidad que aún perviven en la madre de todas las ciencias. Conocerá a pensadores como Platón, Agustín, Descartes, Spinoza, Nietzsche, Heidegger y Foucault, dedicando “grandes esfuerzos en escucharlos desde sus sepulcros”. Sin embargo, un sentido práctico le invocaba a hallar el modo de extraer del pensamiento filosófico herramientas que fueran útiles para los buscadores del sentido de la vida, de las posibilidades de entender el origen de la totalidad y su consumación. Así es como da con iniciativas académicas de una suerte de terapia filosófica y con las psicoterapias existenciales que, no obstante, no parecen formalizarse como sí lo haría el psicoanálisis de Sigmund Freud, sistema de pensamiento que había comenzado a reconocer como una novedad que, lamentablemente, la Facultad de Filosofía desdeñaba como cuestiones ajenas, “meramente psicológicas”. Por esta razón, aún siendo alumno en filosofía, comienza a cursar asignaturas de la carrera de psicología, considerando proseguir estudios en ese campo que, por otro lado, ofrecía demasiados visos de cientificismo como para convencer a una figura estudiantil tan escurridiza. Después, se encontraría con la obra de Jacques Lacan, el psicoanalista francés que renovó la lectura de Freud y que significará no sólo una revolución en la clínica psicoanalítica, sino también, en los designios del joven aprendiz.
Entre los años 2000 y 2005, Berasain decide estudiar psicoanálisis, pero como filósofo no es aceptado en la escuela de la IPA en Chile, de modo que se ve “forzado” a ingresar en la licenciatura en psicología. Mientras tanto, retorna a pasiones juveniles relativas a la teoría de presencia alienígena a raíz del aporte que le significó la fenomenología y la hermenéutica. Presenta en algunos congresos y simposios de filosofía artículos sobre un tema que fue blanco del escarnio y la burla. Acusado de intentar “filosofar en ufología” (el estudio de los OVNIs), su propuesta es escasamente admitida pero, prosigue su pesquisa teórica absolutamente seguro del valor de pensar la posibilidad de que diversos textos de la cultura occidental y del levante, se refieren a encuentros con una protocultura extrahumana que legó una espiritualidad derivada en memorias, cultos y religiones que apenas comprendemos. Varios años después, en 2017, publicará su libro Filosofía Cosmopolítica de la Agenda Alienígena, que es a la postre, un tratado sobre esta teoría y una contribución a la reflexión en curso que detona la aceptación científica unánime de la existencia de los OVNIs tecnomorfos (aquellos con aspecto tecnológico). En una mirada retrospectiva, Berasain colige los signos de una entrega de saber cuyo sentido puede rastrearse hasta el punto en que, esta herencia alienígena, es una invitación a la conciencia de lo absolutamente Otro, el infinito que en muchos templos aún requiere la máscara de dioses antropomórficos.
Pues bien, es en 2007 cuando abre su primera consulta psicológica, en ese entonces, llamada existencial. Confiesa que tras equivocarse incontables veces en el modo como entendía el espacio de apoyo psicológico, emprende una formación sistemática en la doctrina que había sido su primera influencia, inclusive anterior a la filosofía, el psicoanálisis. Nuevamente, se extravía y se siente perdido, sin escuela, sin mentores ni autorización. Pero no cejará en el estudio, habituado a la autodidáctica, descubre espacios de enseñanza de la orientación lacaniana y un sendero confiable para transitar. Pronto, iniciará su primero de tres análisis personales, a más de otras psicoterapias que había tomado como parte de un “turisteo necesario entre modelos”. Comulga en el lacanismo pero no logra zafarse de una experiencia algo inauténtica en el círculo social de esta tendencia. Cree percibir una estética espuria más allá de la jerga, que comparte parcialmente, y además, una especie de ausencia grotesca de la filosofía, en circunstancias en que el maestro francés y su principal heredero, Jacques Alain Miller, expresamente fomentaban el diálogo del psicoanálisis con pensadores de la Grecia clásica y de hasta nuestros días. Como fuera, pese a las serias incursiones en la psicoterapia experiencial (Focusing de Eugene Gendlin) y la psicoterapia existencial, menos la de Viktor Frankl que la de Irvim Yalom, a quien nunca dejará de reconocerle un mérito extraordinario, pasando por el impulso transpersonal de Stanislav Grof, pese a todo, Berasain echó raíces en el psicoanálisis lacaniano a medio camino entre el amor y el odio. Y es que maniobras tan bien fundamentadas como el corte de sesión, practicable en tiempo récord en 14 minutos, según cuenta él mismo en su análisis personal; o bien, interpretaciones que consistían en silencios inflexibles en series de sesiones, le parecían y le parecen aún, de una violencia psicoterapéutica con la cual no puede estar de acuerdo.
Con todo, continuó sus estudios formativos ingresando a una maestría en psicoanálisis en la Universidad de Buenos Aires, pero esta vez, con un proyecto de investigación que implica referirse a una vertiente respecto de la cual procura el psicólogo ser muy recatado y discreto. Se trata de la práctica clínica en psicoterapia psicodélica. Así como suele ocultar su indagaciones en parapsicología científica, así también sostiene un cierto recelo en publicar sus ensayos clínicos en un área que ha sido censurada injustamente por leyes que ponen al mismo nivel de peligrosidad la ayahuasca, la psilocibina y la pasta base de cocaína. Es absurdo, pero no menos que una diversidad de normas en múltiples dimensiones de nuestro derecho.
Pues bien, esta área de trabajo, de la cual ha obtenido interesantísimos resultados y comprobables éxitos terapéuticos, surge de una experiencia de larga data en grupos de “neochamanismo” en Santiago de Chile, donde frecuenta rituales que empleaban la huachuma o San Pedro (Trichocereus pachanoi o Echinopsis pachanoi) y otros enteógenos. Será así como reconocerá empíricamente el interés que revisten estas prácticas tradicionales para efectos de la psicoterapia. ¿Por qué? Pues porque, de acuerdo a algunas ideas psicodinámicas, un efecto plausible de los estados modificados de conciencia inducidos con ocasión de la ingesta de brebajes como la ayahuasca o yagé, es justamente, lo real. Lo real no es ese discurso complejo y variopinto que reportan los participantes del rito ni tampoco la superproducción de imágenes que colorea la psicodelia. Lo real es lo inefable que hace colapsar las asociaciones verbales de los testimonios; lo real es también la vivencia inabstraible de quien se somete al recurso enteogénico. Y lo real también es la brújula del psicoanálisis lacaniano en que Berasain llegó a confiar como cura factible para relacionarse con el malestar en la cultura.
En 2013 participa como seminarista en un curso técnico en Takiwasi (Tarapoto, Perú), prestigioso centro de atención de toxicómanos con más de treinta años de experiencia en un tratamiento que integra la psicoterapia psicodinámica con el curanderismo autóctono amazónico. Sus índices de éxito clínico alcanzan el 75%, un número absolutamente desconcertante en comparación con los logros de abordajes típicos en el sistema de salud público latinoamericano, al menos. Este curso consistía en conocer y practicar el modelo terapéutico de Takiwasi, incluyendo ingestas de ayahuasca y haciendo retiros (“dietas”) en la selva, además de la asistencia a charlas metodológicas. Se trata de un momento crucial para Berasain pues descubrirá allí que existe una corriente local de investigación en el campo de la medicina psicodélica y, si bien, sigue sin adscribir a las estéticas chamánicas, resistente a legitimar de suyo los animismos que se asumen en ese marco conceptual, no obstante, refuerza su certidumbre del valor epistemológico y clínico que representan. En este momento, comienza a ofrecer terapia de grupo psicodélica, guiada de acuerdo a directrices psicoanalíticas pero con la intervención de ejercicios experienciales, psicocorporales y psicodinámicos en ambientes (settings) regulados. Al día de hoy, cuenta ya con más de cincuenta sesiones grupales de este tipo y más de quinientas personas habiendo participado.
Por cierto, paralelamente en toda esta trayectoria profesional, Berasain ha sido docente en infinidad de espacios, impartiendo cursos de ética, bioética, psicoterapia, filosofía, etc. Su vocación docente se extiende a diversos ámbitos, quedando, según él mismo, siempre demasiados temas por sistematizar para poder entregarlos a un público inmenso de personas que buscan aprender de sí mismos y de los misterios del mundo.