Psicoterapia Asustada con Psicodélicos
En diversos círculos académicos y sociales se ha instalado la expresión Renacimiento Psicodélico para referirse al redescubrimiento del potencial exploratorio y terapéutico de sustancias psicoactivas como el LSD, la psilocibina o el MDMA. Es interesante que denominemos así a la exposición pública que se está haciendo de toda clase de recuperaciones de prácticas, ya sea como ejercicios psiconáuticos o como vivencias dentro del neochamanismo. Me es interesante que el otro Renacimiento, ese fascinante periodo histórico de los siglos XV y XVI en Europa, provee de una plantilla para entender el actual renacer psicodélico. Me refiero al hecho de que aquél consistió en el retorno al humanismo clásico grecorromano, precisamente porque la espiritualidad que había sido impuesta por casi un milenio de Catolicismo, veía resquebrajarse sus fundamentos y estéticas. Como analogía, hoy vemos caer también ciertos dogmas de la psiquiatría ortodoxa, la psicopatología discontinua y la psicoterapia afiebrada de furor curandis. Los dos renacimientos que comparamos ofrecen una perspectiva desde la cual el teocentrismo y el psicocentrismo se derrumban. El segundo, bajo la égida de los psicodélicos que, vía ególisis y red neuronal por defecto, demuestra que la raíz del sufrimiento humano radica en su mente, no en su cuerpo. Al decir de Jacques Lacan, “sufrimos por tener un alma”. Y es que si las psicoterapias, desde las más psicoanalíticas hasta las más conductuales, erigen la indagación en la verdad del sujeto o de la estructura cognitiva, los psicodélicos psicoterapéuticos, en cambio, zambullen al paciente en su persona corporal, parafraseando al enorme Eugene Gendlin. El cuerpo ha surgido de otro modo en estas terapias de última generación. Pero ya el psicoanálisis lacaniano lo anticipaba, aun sin dialogar con el focusing de Gendlin, el Hakomi de Kurtz o la psicoterapia sensoriomotriz de Ogden.
El Renacimiento Psicodélico también es una subversión del enfoque del tratamiento “mentomental”, el acceso privilegiado al aparato psíquico. Y por cierto, como psicoanalista poslacaniano, doy fe de la eficacia de la psicología profunda y la psicoterapia existencial yalomiana. No tengo dudas, sirven, ayudan a reconocernos en lo que nuestro guion vital nos ha deparado. Pero, ¿y el “remate” psicoterapéutico? No hay psicólogo clínico que no haya experimentado la impotencia de su método para terminar encontrándose con que no es otra cosa que el vínculo lo que dispone las condiciones afectivas que transforman la posición subjetiva respecto del propio dolor. No obstante, la práctica clínica, laica y científica con psicodélicos, como facilitadores de ese proceso psicocorporal, se ha vuelto indispensable.
Así, la revolución psicodélica intimida al antiguo paradigma psicocentrista haciendo de nuestra nueva tecnología una terapia que asusta a la que deberá revisar su psicofarmacología. ¿Cuántos de nosotros, terapeutas de diario, no hemos escuchado la queja acerca de la dependencia a benzodiacepinas en pacientes que desean abandonarlos sin encontrar opciones de estabilización del ánimo o supresión de síntomas discapacitantes? Tema ineludible para las campañas de regulación de las sustancias psicoactivas en psicoterapia y psiquiatría. Por supuesto, ésta también es una invitación para profesionales de la salud a conocer de qué va este movimiento social que, por cierto, es mucho más amplio que la psicoterapia que comentamos. No se asusten, no se trata de una amenaza para reaccionarios de la salud mental. La cannabis no fue ni es una conminación que ponga en peligro los ejercicios convencionales pero, les llama a reconsiderar estas herramientas. Asimismo, con estas sustancias.
Caminemos de asustados a asistidos por psicodélicos que, toda la evidencia así lo asevera, representan una oportunidad histórica de recuperar el cuerpo, secuestrado por discursos biopolíticos, y abrirse incluso a fronteras espirituales que apenas empezamos a contemplar como el lugar donde la neurosis se alza hacia la crisis noética, sin desmedro de los estratos edípicos, para proponernos un tratamiento del alma que va más allá de la readaptación o el mero restablecimiento del bienestar. Para el ser humano que sufre por tener un alma hay un lugar donde la psicoterapia no debe seguir siendo puramente una gestión de los elementos de conciencia, pulsiones, representaciones psíquicas, creencias limitantes, etc. Ese lugar invita a una experiencia de expansión que trasciende allende los dualismos que tanto tiempo han tenido presa a la psicología.
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